Márquez era un hombre gris, gris a rayitas blancas,
pero no de esas elegantes, si no de las aburridas,
de las llenas de polvo. De hecho, este polvo se le
acumulaba a veces detrás de las orejas y enzima
de la nariz haciéndolo estornudar.
Su casa era también gris, grises sus cortinas,
sus toallas y su sofá. Un día, una hoja verde se coló
por su ventana y Márquez no supo que hacer…
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